Proyecto In Memoriam. Siempre Vivo. El papá de Lourdes




Aquel día, de hace ya casi tres años, mientras Lourdes me enseñaba valiosos objetos que su padre le había hecho con todo su cariño, me hablaba de él, de Pepe, su padre.  

El amor y admiración de
Lourdes hacia su padre sigue vivo. 

No pasó mucho tiempo de nuestro encuentro para este proyecto y me enteré del fallecimiento de su madre. Asistí al funeral y aún hoy seguimos en contacto. Lourdes, eres todo corazón. Un abrazo, y un fuerte beso, de esos que nos damos cuando nos encontramos y nos alegramos de vernos.


SIEMPRE VIVO
Quiero contar la historia de mi padre, aunque no sé por dónde empezar, quizá lo más fácil sea empezar diciendo que nació un 16 de febrero de 1934, en Cartagena (Murcia), fue el único varón de la familia ya que antes que él había nacido otro niño pero murió y en homenaje a su hermano le pusieron su nombre, que por otra parte también era el de su padre.
Su infancia no fue nada fácil y no porque le tocara vivir la guerra civil española, que él siempre dijo que en su casa no se pasó hambre ni las calamidades que muchas otras familias pasaron durante ese período, sino porque con dos años tuvo poliomielitis, enfermedad que le produjo una parálisis de cintura para abajo, para andar tenía que llevar unos hierros que le sujetaban las piernas y eso le impedía jugar como los demás niños. Asi todo una de las cosas que nos contaba de su infancia era que cuando salía del colegio, y sus amigos iban al puerto, el iba hasta allí aunque le costase un triunfo llegar, como no podía nadar por el peso de los hierros se metía en el agua y se deslizaba agarrándose a las argollas de amarrar los barcos, y siempre la misma historia, su madre que extrañada por su tardanza le iba a buscar y le obligaba a salir, preocupada por su hijo.
Así fue su vida en Cartagena, hasta los 9 años que su padre les abandonó y él, su madre y una hermana que vivía con ellos tuvieron que marcharse a Manises (Valencia) con otra hermana que ya estaba casada y con una hija dos años menor que mi padre.
Su vida allí tampoco fue fácil pues trabajaba en la cantina de aviación, y tenía que caminar todos los días hasta otro pueblo para ir a comprar.
Su hermana, mayor, en cuanto pudo le pagó la operación para quitarle los hierros y sí que lo consiguieron, pero le quedó el pie retorcido y con cojera.
Allí en Manises murió su madre pues cuando se fueron para allí la abuela ya estaba enferma.
Con trece años le reclamó su padre, que se había venido a vivir a León, y no le quedó más remedio que obedecer, pero también tuvo un momento de rebeldía pues en vez de venir directamente para León se quedó un año en Madrid con unos tíos hasta que su padre le amenazó con mandarle a buscar por la guardia civil.
Aquí estaba mi padre, con 14 años, viviendo en una ciudad desconocida, sufriendo los fríos de León con sabañones todos los inviernos, trabajando al lado de su padre durante el día y por las noches estudiando.
La verdad es que mi padre buenos recuerdos del suyo no tenía, tampoco le conoció mucho, según nos contaba era una persona muy severa, pero gracias a eso tuvo un oficio y aunque esté mal decirlo mi padre fue el mejor barnizador que hubo en León.
Cuando murió el abuelo, mi padre tendría 19 años, conoció a la que sería su mujer y con la que tendría 6 hijos, de los cuales vivimos 4.
Su vida de adulto tampoco fue un camino de rosas, trabajaba duro, era lo que quedaba si quería sacar adelante a la familia. Mi padre quería a todos sus hijos por igual y a todos nos dio las mismas oportunidades, pero creo que entre él y yo siempre hubo un vínculo especial, era la niña de sus ojos, de quién siempre estuvo orgulloso pero que nunca lo demostraba para no ofender a mis hermanos.
Mi padre y mi madre, por supuesto, nos enseñaron a respetar los derechos de las personas, los valores de la vida, pero nunca con castigos, no quiso ser como fue el suyo, nos educó desde la libertad, nunca nos impuso nada.
Uno de mis más entrañable recuerdos de infancia es el de aquellas mañanas de los domingos que casi sin estar  despierta y le oía decir: “Me voy a tomar el vermouth”, y antes de que se diera cuenta ya estaba subida en la Vespa más ancha que larga, presumiendo de padre.
De los 4 hijos, sólo uno le dio nietos, gemelos para ser más exactos, con los que pasaba horas y horas jugando, construyendo, pintando, esa fue la gran pena de mi padre que ningún otro hijo le diera una nieta y digo nieta porque eso era lo que él quería, una niña.
Así transcurrió su vida, trabajando duro, disfrutando de sus nietos más que de sus hijos, ya se sabe que siempre los abuelos tienen más tiempo para los nietos que los hijos, hasta que le llegó la edad de jubilación.
Mi padre se jubiló del trabajo y también se jubiló de la vida, perdió la ilusión por vivir, porque después de estar toda su vida trabajando quedarse en casa sin hacer nada le fue minando poco a poco, podría haber hecho muchas cosas pintar, dibujar (todo lo referente al arte le encantaba), salir a pasear, relacionarse con los amigos, pero siempre estuvo acomplejado porque era cojo y lo usaba como disculpa para no salir de casa, decía donde voy a ir si no puedo caminar…, aunque si es verdad que los últimos dos años de su vida conseguimos que por lo menos saliera a la calle, dábamos un paseo por la acera, nos sentábamos un rato en un banco y charlábamos y en una de esas charlas me dijo: “hija, de los cuatro hermanos que sois, tú eres la única que siempre has estado a mi lado”, no es que mis hermanos no estuvieran a su lado sino que cada uno tenía su vida y no pasaron tanto tiempo con él como lo hice yo, sólo dejábamos de vernos una semana al año, cuando me iba de vacaciones y aún así, estando fuera de León, no había día que no habláramos por teléfono.
Echo mucho de menos conversaciones cuando veíamos el campeonato de moto GP, y me llamaba para decirme: “Hija, has visto lo que hizo Valentino Rossi, o Dani Pedrosa…? También echo de menos las charlas sobre futbol, el era seguidor del Real Madrid y después del Valencia y a mí me gustaba picarle con el Barcelona, le decía “Pepe, hoy si quieres ver buen fútbol, tendrás que ver el partido del BarÇa”.

Un día decidió que ya no quería seguir viviendo, que ya no quería sufrir más, y el 7 de diciembre de 2011 su corazón se paro y nos dejó, pero siempre estará vivo en nuestro recuerdo, nos acompañará siempre. Te quiero mucho papa, nunca te lo dije y me arrepiento de no haberlo hecho, sólo espero que si hay otra vida sea mejor que la que tuviste aquí.


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